martes, 14 de julio de 2020

EL ARRENDAMIENTO EN EL DERECHO ROMANO

EL ARRENDAMIENTO EN EL DERECHO ROMANO

En Roma, el contrato de arrendamiento era conocido con la denominación “locatio conductio”. Era un contrato consensual, sinalagmático perfecto y de buena fe, en virtud del cual una persona (arrendador-locator) se obliga a entregar a otra (arrendatario-conductor) el uso, o el uso y disfrute temporal de una cosa determinada, o la prestación de ciertos servicios, o unos materiales para la realización de una obra, a cambio de una cantidad (merces). De dicho contrato se distinguían tres tipos:

a) La locatio-conductio rei
b) La locatio-conductio operis
c) La locatio-conductio operarum
En el derecho romano no se conocían esta división tripartita,  siendo esto construcción de los juristas modernos, sino un único contrato al cual se le aplicaban las mismas reglas jurídicas a la diversidad de situaciones en que la locatio conductio se presentaba.
El locator (locador-arrendatario) era el arrendador de la cosa (locatio conductio rei) o el que prestaba los servicios (locatio conductio operarum), siendo también locator el que realizaba el encargo de la obra (locatio conductio operis). El locatario-arrendatario era la persona a cuya disposición se colocaba una cosa (locare significa “colocar”)  obligándose, por una parte, a restituirla al locator, después de haber gozado de ella por un cierto tiempo o luego de haber trabajado o transformado la cosa de la forma pactada, por lo que el precio (merces) correspondería a quien obtuviera utilidad de la locatio conductio (locator o locatario), a quien tomaba en arrendamiento una cosa, servicios o una obra