DE LAS PRUEBAS INDIRECTAS. NATURALEZA Y CLASIFICACION
Si
el hombre no pudiese conocer más que por propia percepción directa, pobre y
escaso sería el campo de sus conocimientos; pobre en el mundo de las ideas y
pobre en el mundo de los hechos. Para que un hecho se percibe directamente, es
preciso la coincidencia de lugar y de tiempo, entre el mismo y el hombre que
debe percibirlo. Ahora bien; el hombre no es más que un punto en lo infinito
del espacio, un momento fugaz en lo infinito de los tiempos. La inmensa
multitud de los hechos se verifica fuera del campo de nuestra observación
directa, siendo realmente muy pocos los que podemos conocer por visión directa
de nuestros propios ojos.
Suple en parte este defecto de nuestra visión, la directa de los demás, que nos refieren lo que han percibido; el conocimiento de cada cual se sirve a su modo del de todos. Pero esto no siempre es posible, y hay una porción de cosas que se sustraen a la directa percepción de nosotros y de todos. ¿Deberá el hombre renunciar al conocimiento de tales cosas? Claro es que no, por fortuna. Entre cosas y cosas hay hilos secretos e invisibles a los ojos del cuerpo, pero visibles a los de la mente; hilos providenciales, por los cuales el espíritu va de lo que conoce directamente a aquellos que directamente no puede percibir. Por tales vías, invisibles a los ojos del cuerpo, es por donde el espíritu humano, ante las causas pasa a pensar en los efectos, y ante estos se eleva a pensar en las causas. Y cuenta que tales vías nos conduce muy alto. ¿No fue así, remontando el torrente de los hombres y de las cosas, como el filósofo y el santo descubrieron, en el extremo horizonte, el uno lo infinito y el otro a Jehová?